Manolo Royo: «El teatro es la verdad pura y dura»


Nos acompaña en el espacio de entrevistas el humorista Manolo Royo, autor entre otras obras de Lo más tuit.

¿Cómo empezó a escribir?

Fue una costumbre adquirida por el propio hecho de ser cómico y escribir mis propios guiones. Esto me hizo escribir con cierta frecuencia. Sobre todo cuando durante los ocho años consecutivos en los que hice más de doscientos cincuenta programas en la 1 de Televisión Española, entre Noche de Fiesta y Noche de Estrellas. Cada semana escribía mi personaje, mis diez minutos. Y cuando aquello se acabó seguí con la inercia de escribir… Aparte me entretiene los ratos que no tengo que trabajar. El día que actúo o el día que viajo no escribo nada, pero cuando llego a casa vuelvo a escribir. También para justificarme un poco ante mí mismo. Todo lo que hago es humor, siempre es humor en todos los ensayos o novelas. Y espero publicar un libro pronto… Bueno he publicado veinte ya. Pero a éste le tengo un cariño especial, es una especie de novela-ensayo que me gusta mucho. Y escribo sobre todo greguerías, pensamientos filosóficos. Es lo que más me gusta escribir.

¿Como fue reunir sus pensamientos en forma de libro?

Fue hace muchos años. El primero fue Zumo de neuronas y el prólogo me lo hizo Camilo José Cela. Fue la primera recopilación de greguerías que hice. Y luego vino Lo más tuit, que el prólogo lo hizo Forges. Y el último que he sacado, con la misma editorial, Atlantis, es 70 docenas de pensamientos.

¿Qué opina de las nuevas tecnologías? Eso de que un pensamiento, un tuit pueda dar la vuelta al mundo en un momento.

70-docenas-de-pensamientos-portada-450x665.jpgYo algunos los pongo… No suelo poner muchos. Yo es que con las redes no me llevo muy bien. No controlo mucho eso de los ordenadores. Entonces de vez en cuando a mis seguidores les escribo alguna tontería… Y ahí lo dejo. Si sólamente se quedara en eso, pues me parece bien, pero luego la gente contesta cosas muy raras. Por rebatir al artista, y yo paso de contestar. Dicen verdaderas tonterías. Recuerdo que el otro día publiqué una viñeta, porque colaboro en varias revistas haciendo viñetas… Y decía algo así cómo: «Mi dinero me lo llevo a paraísos fiscales porque me lo llevo de vacaciones». Hay gente que contestó que no lo entendía porque si es su dinero, se lo puede llevar donde quiera… No ven que lo que hacen es escaquearse de pagar… Hay muchos que no comprenden… Al que dice algo coherente le doy «me gusta». Las redes no son el sitio más adecuado, es más inmediato, pero no es el adecuado. Prefieron un libro… Prefiero un rebaño a una oveja suelta.

Es cómico, actor de cine, de teatro, escritor, pintor… ¿cómo se siente más realizado?

Actuando delate del público. Yo empecé de cómico y quiero morir de cómico. Salir al escenario con el micrófono delante de mil, dos mil personas… Las que sean. Salgo y les hago reir durante una hora u hora y media y para mí eso es la satisfacción plena. La gente te está escuchando y riéndose… Es una cosa maravillosa hacer ese soliloquio. También de vez en cuando hago imitaciones de cantantes, sin esperpentos, tratando de hacerlo bien. Es lo que más me llena. Es mi trabajo, mi oficio, lo que más quiero. También pinto y hay una galería que los expone y de vez en cuando vende… Está bien. Y lo de los libros, es muy difícil vivir en este país de los libros. Es un poco como «aquí está esto», simplemente.

¿Cambia mucho la forma de trabajar según el medio? Es decir, según sea cine, teatro, radio…

Es muy distinto. El cine es lo menos natural que hay porque repites el mismo chiste setenta veces… Una vez porque no lo has explicado bien tú, otra porque estabas mal enfocado, otra porque se ha equivocado el compañero o te has equivocado tú… Y al final cuando repites la misma frase ocho veces ni tú mismo sabes cuál es la buena. El teatro es la verdad pura y dura. Sales y ahí estás. Por eso me gustaba tanto hacer el programa de José Luis Moreno, porque era en directo. Se encendía el piloto rojo y había que hacerlo y ya está. Y el teatro me gusta por eso, por la inmediatez, porque el público está ahí. Es lo que más me gusta hacer y por eso lo sigo haciendo. Si no me hubiera desviado del camino del humor y me hubiera dedicado a producir o a dirigir. Ahora mismo vengo de un pueblo de la costa de actuar para dos mil trescientas personas y eso es una maravilla. Las risas, los aplausos es lo que me motiva. Lo de la pintura es por decir, «no estoy parado». Y lo de los libros un poco también. Todo lo que escribo no me da tiempo a hacerlo y por eso se publica en forma de libro. Hay algunos que están muy bien. Uno de ellos se llama El club del monologuista y en él enseño a la gente a hacer monólogos, a hacer castings y a aprender cositas pequeñas para pasar los castings. Son un poco didácticos. Hay otro que se llama Cómo ser un lobo de mar en tu primer crucero, que explico a la gente cómo ir en un crucero… Es didáctico y entre bromas y veras, voy explicando cosas.

¿Se valora el trabajo del humorista?

Si la gente quiere al humorista sí, si no, es muy difícil. Si la gente te quiere te lo agradece. Es como admirar a un cocinero que te ha dado muy bien de comer. Cuando uno es autor de sus propias comedias eres como un cantautor, no estás interprentado algo que te ha hecho otro. Estás haciendo algo tuyo. Esto me lo dijo hace muchos años un chico, un empresario muy joven, que había tenido contratada a una persona que hacía varias cosas mías. Y al verme me dijo:. «no te preocupes que se nota que son tuyas». Eso me tranquilizó un poco porque parece que te enfrentes siempre al miedo a que te hurten cosas, que te quiten frases tuyas.

¿Qué lee Manolo Royo?

Me gusta leer biografías. Ahora estoy leyendo la biografía de Bill Murray… También estoy leyendo Madrid, la novela de Antonio Gómez Rufo. Depende del momento del día… Por la noche siempre leo, a veces también leo un rato por la tarde.

¿Cuales son sus proyectos más inmediatos?

¿Proyectos? Seguir trabajando, escribiendo, pintando, actuando… Por cierto, admiro profundamente a los escritores de verdad, su independencia.